Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (Dublín, Irlanda, 16 de octubre de 1854 - París, Francia, 30 de noviembre de 1900)
Oscar Wilde nació
en Dublín en 1854. Hijo del cirujano Sir William Wilde y de la escritora Jane
Francesca Elgee. Estudió inicialmente en el ilustre Trinity College, de Dublín,
trasladándose después a Oxford para proseguir su formación con ayuda de una beca. Pronto se
revela como un joven sensible y amante de lo bello.
Acabados sus estudios, marcha a Norteamérica
como conferenciante experto en el renacimiento inglés del arte. Ya ha dado a la
imprenta un libro de poemas y una obra teatral, llena aún de inmadurez. Pronto
se muestra Wilde como un sutil e irónico crítico del conformismo victoria-no,
partiendo de las operetas de William Gilbert y Arthur Sullivan, que satirizaron
en el Teatro Sayoy de Londres las costumbres y los personajes de aquella época.
Nuestro joven autor admira profundamente
a John Ruskin, uno de los mejores prosistas ingleses y extraordinario crítico
de arte. Con todo, su principal influencia le viene de Théophile Gautier, poeta
y novelista francés, que había desarrollado la teoría de «el arte por el arte»,
defendida posteriormente por Wilde. El esteticismo y la sátira de costumbres
constituyen, pues, el eje que articula sus principales obras narrativas (El
crimen de Lord Arthur Savile) y sus apoteósicos éxitos teatrales (Una
mujer sin importancia, Un marido ideal, Salomé, La importancia de llamarse
Ernesto).
Oscar Wilde representa la encarnación
viva y el reflejo literario del ideal del dandysmo. Es de señalar que,
en Inglaterra, el dandy, que literalmente significa «elegante»,
«refinado», asume en cierto modo el papel que en Francia desempeña el bohemio.
Hay, empero, una notable diferencia, en cuanto a movilidad social se
refiere, que ha sido apuntada por Arnold Hauser: el dandy inglés
es el intelectual burgués que asciende desde su clase a otra superior,
mientras que el bohemio francés es el artista que ha descendido a un
nivel proletario. No obstante, la elegancia exagerada y la extravagancia del dandy
constituyen el «equivalente funcional» de la depravación y la disipación
del bohemio. En suma, el dandy y el bohemio representan
la encarnación de la protesta contra la rutina, la trivialidad, la frivolidad
y la superficialidad de la vida burguesa, contra su economicismo antiestético,
contra su conformismo ante unas leyes sociales establecidas que regulan unas
vidas grises y mediocres.
La adopción del esteticismo como norma de vida y como exigencia literaria supone un tomarse el arte con una seriedad inédita en la historia, si exceptuamos tal vez a algunos autores clásicos griegos y romanos. Y es que, con toda certeza, nunca, como en Wilde, el artista se había tomado tanta molestia en escribir hábilmente versos cincelados, unas frases perfectamente articuladas, una prosa intachable. «Nunca la "belleza" —escribe Hauser—, el elemento decorativo, lo elegante, lo exquisito, lo precioso, desempeñaron un papel tan grande en el arte; nunca se practicó éste con tanto preciosismo y tanto virtuosismo.» Buscar la belleza hasta en lo trivial o aportarla a ello es la misión superior a la que Wilde se dedica, misión en la que la apariencia externa regalada y amable no puede impedirnos ver la dosis de autoascetismo que exige.
La adopción del esteticismo como norma de vida y como exigencia literaria supone un tomarse el arte con una seriedad inédita en la historia, si exceptuamos tal vez a algunos autores clásicos griegos y romanos. Y es que, con toda certeza, nunca, como en Wilde, el artista se había tomado tanta molestia en escribir hábilmente versos cincelados, unas frases perfectamente articuladas, una prosa intachable. «Nunca la "belleza" —escribe Hauser—, el elemento decorativo, lo elegante, lo exquisito, lo precioso, desempeñaron un papel tan grande en el arte; nunca se practicó éste con tanto preciosismo y tanto virtuosismo.» Buscar la belleza hasta en lo trivial o aportarla a ello es la misión superior a la que Wilde se dedica, misión en la que la apariencia externa regalada y amable no puede impedirnos ver la dosis de autoascetismo que exige.
Autodisciplina aristocrática;
arte sometido a sus propios cánones, sin otra finalidad que el culto a la
belleza y a la perfección, más allá de toda moral, «más allá del bien y del
mal». Wilde lo dejó dicho en uno de sus escritos ensayísticos (Intenciones):
«Las diversas formas espirituales de la imaginación tienen una natural
afinidad con ciertas formas sensibles del arte; y discernir las cualidades de
cada arte, intensificar tanto sus limitaciones como sus facultades de
expresión, es uno de los fines que la cultura nos señala. No es un sentido moral
mayor, ni una mayor vigilancia lo que la literatura reclama de ustedes. Realmente,
nunca debería hablarse de un poema moral o inmoral; los poemas están bien o
mal escritos: eso es todo. Y en realidad, todo elemento moral o toda referencia
implícita a un modelo de bien o de mal en arte, es con frecuencia el signo de
una cierta imperfección de visión, una nota discordante en la armonía de una
creación imaginativa,
pues toda obra buena tiende a un efecto puramente artístico.»
Esta fusión
de ética y estética tiene ilustres precedentes en la filosofía británica. No es
el momento de insistir en ello; sí de reseñar, empero, la crítica que un gran
vitalista —Nietzsche— hizo en El ocaso de los ídolos de ésta teoría de
«el arte por el arte». El pensador alemán concedería a esta teoría la exigencia
de amoralidad en el arte, pero criticaría la idea de que éste carece de
finalidad, de que es una finalidad en sí mismo. «Luchar en contra de que el
arte tenga una finalidad — escribe Nietzsche— equivale a luchar contra la
tendencia moralizante en el arte, contra su subordinación a la moral. El
arte por el arte significa "¡que se vaya al diablo la moral!" No
obstante, incluso esta hostilidad revela el papel preponderante que desempeña el
prejuicio. Aunque se haya excluido del arte la prédica moral y el
perfeccionamiento del hombre, todavía no se sigue de ello, ni mucho menos, que
el arte en cuanto tal carezca de finalidad, de objetivo, de sentido; en suma,
que sea el arte por el arte (es decir, la pescadilla que se muerde la cola).
La pasión
sin más afirma: "¡Es preferible no tener ningún fin que tener un fin
moral!" Pero el psicólogo, en cambio, pregunta: ¿Qué es lo que hace todo
arte?, ¿no alaba?, ¿no glorifica?, ¿no selecciona?, ¿no destaca? Con todo eso,
el arte refuerza o debilita determinadas valoraciones... ¿Es esto
algo marginal, azarístico, algo en lo que no participa el instinto del
artista? O, por el contrario, ¿no es todo esto la condición previa de la capacidad
del artista...? ¿Tiende el instinto básico del artista hacia el arte, o
tiende más bien hacia el sentido del arte, hacia la vida, hacia un ideal
de vida? El arte es el gran estimulante de la vida: ¿cómo puede concebirse
en términos de algo carente de finalidad, de objetivo, de "arte por el
arte"?»
Con todo, el esteticismo de Wilde
trasciende el ámbito teórico, va más allá de los
cánones a los que se ajusta su producción literaria; se refleja en su peripecia
vital, en una existencia intensamente vivida y apurada hasta la hez. En este
aspecto, el impacto de Pater en Wilde es evidente; su evangelio no fue otro
que el breve texto que Pater escribió sobre el Renacimiento. En él se hacía
vigente la concepción heraclítica de la realidad y de la vida como un fluir
constante, como un devenir que sólo se puede captar en virtud del instantáneo
relampagueo de una
sensación, que se desintegrará para avivar una
pasión cada vez más intensa y exquisita. La vida es sólo un instante limitado
de estos momentos de éxtasis supremo: tiene un final, y, por ello, hay que
vivirla y apurarla al máximo, en un estado constante de intensa exaltación.
Este esteticismo que Wilde bebió en Pater, en Keats y en Swin-burne representa
su grandeza y su miseria. Este estilo de vida marcará sus años brillantes y
frenéticos de Norteamérica, Londres y París.
Cuando Wilde cumple treinta años
se ve enfrentado a serios problemas económicos. Ello le obliga a contraer rápidamente
matrimonio por meras conveniencias. Su esposa será Constance Mary Lloyd, hija
de un miembro del Consejo Real, dotada de los medios de fortuna requeridos. La
nueva familia fija su residencia en Londres, y pronto su modesta pero elegante
casa del barrio de Chelsea se convierte en lugar de cita de literatos y
artistas.
Durante estos años
Wilde se dedica al periodismo, a dar conferencias y a frecuentar reuniones
sociales donde pronto se le conoce tanto por la brillantez de su ingenio como
por su comportamiento retadoramente amoral. Es el momento de su vestimenta
extravagante, de la aparición de su novela El retrato de Dorian Gray, de
su polémica periodística con motivo de esta obra, de sus inimitables gestos y
expresiones en los salones de Londres, y del inicio de sus amistades equívocas
con jóvenes artistas. Empero, a los dos años siguientes de su boda, le nacen
respectivamente un hijo y una hija. Wilde se dedica con ahínco a su oficio de
escritor. Su prosa es impecable, sus dotes de narrador extraordinarias. A esta
época pertenece la redacción de los cuentos que aparecen en este volumen: El
fantasma de Canterville, El príncipe feliz, El ruiseñor y la rosa... Su
vida es un vaivén, continuo, casi compulsivo, en el que siempre se espera de
él la frase ocurrente, la actitud brillante, el despliegue rápido y
espectacular de un ingenio desbordante, el triunfo literario apoteósico y
espectacular. Trata a Mallarmé, a Lorrain, a Moréas, y hasta deja encantado al
alcoholizado Verlaine, en un viaje relámpago que realiza a París.
En 1892 estrena su gran obra teatral: El
abanico de Lady Windermere. Gran éxito de crítica y
abundantes beneficios económicos.
En los tres años que le siguen, Wilde se acredita como comediógrafo
excepcional. El narrador pasa a segundo plano, mientras brilla con luz propia
el Wilde autor teatral. Su fama le sitúa a la altura de otro gran comediógrafo
del momento: Bernard Shaw. Nuestro autor saborea el vino dulcísimo de la
gloria, la fama y la estimación pública.
Estamos en el otoño
de 1891. Wilde conoce a un estudiante de Oxford que cuenta veintiún años de
edad. El afamado autor de cuarenta y cuatro años inicia con el caprichoso
Bosie una amistad que le llevará a la ruina moral y económica. Una vida
apasionada, movida exclusivamente por el impulso del placer momentáneo, le
niega el sosiego que requiere la creación artística. Convierte la peripecia de
su vida en un reto que lanza contra la intransigencia de la sociedad
victoriana, en una constante ostentación de violar las normas de su rígida
moral. Wilde es un escritor burgués que triunfa mientras sus extravagancias le
resultan soportables a la clase dominante, pero tan pronto como su sátira y su
burla empieza a molestarla, le elimina de una forma despiadada y cruel. A una
sociedad mediocre y acartonada le resulta difícil perdonar la crítica
impertinente, la puesta en escena de sus ridículos personajes, la denuncia de
su hipócrita moral. Sin embargo, hay algo de Wilde que la sociedad de su
tiempo no es capaz de asimilar: su indudable talento, su ingenio, sus
magníficas aptitudes para el relato y la comedia teatral.
El padre del joven amigo del escritor
insulta a Wilde en público, acusándole de «alardear de
sodomita». Este le lleva ante los tribunales, pero el indignado aristócrata
sale absuelto del juicio. Se inicia, por el contrario, un proceso judicial
contra el escritor al que se condena a dos años de trabajos forzados «por
cometer actos sumamente indecentes con otras personas del sexo masculino». La
irritada aristocracia inglesa no duda en recurrir a vagabundos, delincuentes y
chantajistas a la busca de pruebas testificales que lleven a Wilde a prisión.
Se retiran de los escenarios sus obras teatrales y se dejan de imprimir sus
libros. En mayo de 1895 ingresaba el novelista en la cárcel de Reading a
cumplir una condena vejatoria y humillante que hubo de agotar en toda su
integridad.
De profundis es la única
obra que Wilde escribió en su celda, y constituye un testimonio asombrosamente
sincero de este triste episodio de su vida. Se trata de una larga carta que dirige a su inconsciente
amigo. La epístola es un grito de dolor contra la
irracionalidad del mundo, hondamente sentida desde la desesperanza y la
humillación que termina desembocando en una paz resignada. Esta es la dolorosa
conclusión a la que llega Wilde en sus años de cárcel y que trata de transmitir
al infiel Bosie: el valor y la belleza del dolor. Singular proceso éste, que va
desde la vivencia lúcida y sin objeto de la vida a la necesidad de darle un
sentido al sufrimiento.
Tras su liberación
en 1897, Wilde abandona definitivamente Inglaterra. Se ha convertido en otro
hombre: ahora es un ser asustadizo, receloso, hondamente marcado por las
privaciones de la prisión. Se establece en un pueblecito costero francés
buscando la soledad. Con el nombre falso de Sebastián Malmoth, deambula por Nápoles.
Vuelve a encontrarse con su amigo Bosie, ante la indignación de sus amigos y
de su esposa, que le retira la pensión que le pasaba y que le impide ver a sus
dos hijos. Poco después marcha a París sumido en una extraordinaria miseria.
Su talento parece haberse apagado para siempre. Los primeros síntomas de una
enfermedad, que ha hecho mella en él, son fomentados por un uso desmedido del
alcohol. Había dicho: «Fui durante bastante tiempo el
más feliz de los hombres, y por eso debo ser ahora el más desgraciado.»
Quienes en sus épocas gloriosas se disputaban su relación, le rechazan ahora.
Wilde es ya sólo una sombra de sí mismo. Su salud se sigue resintiendo a causa
de una meningitis mal tratada.
En el otoño
de 1900 es sometido a una operación quirúrgica. Nada puede hacerse ya. En
noviembre de ese año, Wilde agoniza sumido en la morfina y en el alcohol. Habita
en un modesto cuarto de un hotel de París. Allí recibirá resignado la muerte.
Triste final para uno de los escritores más brillantes de habla inglesa,
gloria de las letras universales.
Algunas Obras de Oscar Wilde
Wilde, además
de ilustre comediógrafo, fue un excelente narrador. Pocas veces se ha
conseguido una prosa más impecable, una mezcla tan exquisita de humor, ironía,
sentimentalismo, sentido dramático y emoción contenida.
El fantasma de Canterville es quizá el más conocido de estos cortos relatos. El autor describe el contraste entre el carácter práctico, realista y seguro de sí mismo del norteamericano y la impresionabilidad y el temperamento asustadizo de los ingleses. Un rico americano compra un antiguo castillo en Inglaterra y allí se instala con su esposa y sus cuatro hijos. La ilustre mansión está habitada por el tradicional y consabido fantasma, el cual ha sembrado el terror entre los moradores desde hace cientos de años. Sin embargo, todos los recursos terroríficos del fantasma se estrellan contra el sentido utilitario de la nueva señora de la casa y contra las diabluras de sus dos hijos menores, un par de traviesos gemelos que gastan multitud de bromas al pobre espectro. El relato está sembrado de pinceladas de humor inolvidables. Al final, la intervención de la hija de la familia proporciona al atribulado fantasma un eterno descanso.
El fantasma de Canterville es quizá el más conocido de estos cortos relatos. El autor describe el contraste entre el carácter práctico, realista y seguro de sí mismo del norteamericano y la impresionabilidad y el temperamento asustadizo de los ingleses. Un rico americano compra un antiguo castillo en Inglaterra y allí se instala con su esposa y sus cuatro hijos. La ilustre mansión está habitada por el tradicional y consabido fantasma, el cual ha sembrado el terror entre los moradores desde hace cientos de años. Sin embargo, todos los recursos terroríficos del fantasma se estrellan contra el sentido utilitario de la nueva señora de la casa y contra las diabluras de sus dos hijos menores, un par de traviesos gemelos que gastan multitud de bromas al pobre espectro. El relato está sembrado de pinceladas de humor inolvidables. Al final, la intervención de la hija de la familia proporciona al atribulado fantasma un eterno descanso.
En El cumpleaños de una infanta evoca Wilde el ambiente de la corte real española en una época imprecisa que podría corresponder a los últimos Austrias. El cuento resalta, en este caso, el contraste entre el carácter caprichoso e insensible de la infantita y la personalidad de un grotesco pero bondadoso y tierno enano que acude a animar con sus bailes la fiesta de cumpleaños de la ilustre damita. El monstruoso enano vive el eterno drama del individuo con un gran corazón encerrado en un cuerpo ridículo que inspira risa. El cuento finaliza con la muerte del desdichado personaje ante la actitud impasible de la inconsciente infanta.
DESCARGAR EL CUMPLEAÑOS DE UNA INFANTA
Un carácter más legendario y mágico reviste El pescador y su alma. Su tema gira en torno a un joven pescador enamorado de una seductora sirenita, por la que está dispuesto a deshacerse de su alma, condición indispensable para consumar su unión. El pescador recurre a un sacerdote, a unos mercaderes y a una bruja para que le ayuden a conseguir su objetivo. Separada del cuerpo del pescador y sin su corazón —pues éste se ha negado a entregárselo para poder amar con él a la sirenita—, el alma emprende largos viajes a lejanas tierras durante tres años consecutivos. A su regreso, cuenta sus aventuras a su antiguo propietario. Al final, el pescador se siente esclavo de su alma, un alma que, al no tener corazón, se muestra despiadada y cruel. La muerte del enamorado, víctima de su amor por la sirenita, pone punto final a la narración.
DESCARGAR EL PESCADOR Y SU ALMA
Un carácter más legendario y mágico reviste El pescador y su alma. Su tema gira en torno a un joven pescador enamorado de una seductora sirenita, por la que está dispuesto a deshacerse de su alma, condición indispensable para consumar su unión. El pescador recurre a un sacerdote, a unos mercaderes y a una bruja para que le ayuden a conseguir su objetivo. Separada del cuerpo del pescador y sin su corazón —pues éste se ha negado a entregárselo para poder amar con él a la sirenita—, el alma emprende largos viajes a lejanas tierras durante tres años consecutivos. A su regreso, cuenta sus aventuras a su antiguo propietario. Al final, el pescador se siente esclavo de su alma, un alma que, al no tener corazón, se muestra despiadada y cruel. La muerte del enamorado, víctima de su amor por la sirenita, pone punto final a la narración.
DESCARGAR EL PESCADOR Y SU ALMA
El príncipe feliz
es uno de los relatos más breves, pero
quizá también el más entrañable. En este caso resalta Wilde igualmente la
contraposición entre el mundo materialista, engreído y poco imaginativo de los
concejales y profesores de una ciudad y la actitud generosa y sensible de la
estatua de un príncipe y de una golondrina. El príncipe insta a la golondrina
para que vaya desprendiendo poco a poco los ricos atavíos que adornan su estatua
y lleve su oro y pedrería a los necesitados de la ciudad. Entregada a semejante
labor, la golondrina retrasa su emigración a Egipto donde había de pasar el
invierno y termina muriendo de frío. A su vez, la estatua del príncipe feliz,
desprovista de sus preciados ornamentos, se convierte en un objeto
antiestético, por lo que los miembros del concejo ordenan su fundición. El
incombustible corazón de plomo del príncipe, junto con el cadáver de la
golondrina, son llevados por un ángel al Paraíso como «las dos cosas más
valiosas de la ciudad».
DESCARGAR EL PRINCIPE FELIZ
DESCARGAR EL PRINCIPE FELIZ
El ruiseñor y la rosa
presenta también puntos de contacto
temático con los relatos anteriores. Un estudiante está enamorado de una
caprichosa joven, quien le pone como condición para bailar con él el regalo de
un ramo de rosas rojas. Pero en el jardín del estudiante no hay una sola rosa
de este color. La pena del enamorado encuentra eco en un generoso ruiseñor,
que, tratando de alegrar al muchacho, accede a cantar con el pecho apoyado en
las espinas de un rosal, para qué la sangre de su corazón tina de rojo el
blanco de sus flores. Muere el pajarillo, y cuando el estudiante lleva a su
amada la hermosa rosa roja pagada a tan alto precio, la coqueta desdeña el
regalo y desprecia al animoso galán.
DESCARGAR EL RUISEÑOR Y LA ROSA
El cuento que cierra este libro es El amigo fiel. El autor
narra aquí la explotación que un interesado
molinero hace de un joven que le tiene por un excelente amigo, hasta llevarle
a la muerte. Escrito en clave de fábula, con animales parlantes, Wilde se evade
a la hora de extraer la moraleja. Pero leídos todos los cuentos, a excepción
del primero, los cinco restantes dejan en el lector el sabor amargo de un
sacrificio infructuoso. Mueren los generosos, los nobles y los enamorados,
ante la mirada fría de una sociedad insensible, pragmática, caprichosa y engreída.
Wilde deja entrever ese tono de amargura, de desengaño incurable, que
alcanzará su máxima expresión en el testimonio epistolar de su De profundis.
DESCARGAR EL AMIGO FIEL
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